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        Me llamo Santiago Loustaunau y nací —burocráticamente hablando— en Buenos Aires una mañana de octubre del 92. He tenido otros nacimientos menos festejados —y refestejados— pero no menos trascendentales.  Desde los seis vivo en San Martin de los Andes (nombrado originalmente como Kara Mahuida: pueblo rodeado de montañas)  lugar del que soy parte.

     Cuando tenía diez, mis viejos ya se habían separado y yo almorzaba con mi viejo. Ya cansados de las telenovelas del medio día, fuimos a comprar un libro para leer después de la comida, porque “el nene no lee nada”. Yo me acuerdo que me empeciné con uno de tapa dorada y nombres en inglés. Pero mi viejo, persuadido por la librera, eligió “Los días del venado” de Liliana Bodoc.  Libro sin el cual yo no sería quien soy hoy en día.

       

      Lo llevamos, y a partir de ese momento me lo leyó después de cada comida. Un día no pudo, o no tuvo ganas, Y yo, atrapado por la trama, desesperado, indignado, no pude esperarlo. Para mí no había cosa más importante en ese momento. Entonces me embarqué en la aventura de leer un libro "así de gordo" yo solito. Y así comenzó mi vida como lector. Ahí nací otra vez.

     Nunca leí un libro con la tapa dorada. Moraleja: mejor dejarse aconsejar, mejor dejarse leer, mejor soltar la mano y soltar(se) cuando ya estamos lo suficientemente enamorados de la historia. Por suerte tuve tiempo para agradecerle a mi viejo, y a la propia Liliana, por haberme guiado en el camino del placer de la lectura.  Si alguna vez escribí o escribo algo bueno es gracias a ellxs.

     Muchos años después, con toda mi vergüenza a cuestas, le regalé a Liliana un libro que yo mismo había escrito. Ella lo abrió al azar y, como quien te abraza, me leyó un poema. Cuando terminó de leerlo, cerró el libro, me miró y me disparó: “ah, sos un poeta”. Y yo hice lo que siempre hice con Liliana, y con todos los buenos narradores: le creí. Otro nacimiento.

    Mientras tanto, migración mediante, estudié para ser profesor de Historia en la UBA, participé talleres literarios, descubrí mi pasión por la poesía, viajé y coordiné durante algunos años junto con otras compañeras y compañeros el Taller de Filosofía y Pensamiento Crítico en el centro universitario de la cárcel de Devoto (CUD). Digo, por nombrar algunas otras experiencias (trans)formadoras.

     En 2017 auto-publique mi primer poemario “Contar La Luna” (Ed. La Grama) de forma artesanal. Un año después fue reeditado por Ediciones de La Grieta (San Martin de los Andes). En 2017 también gané el primer premio del concurso  por el centenario de la Biblioteca Popular 9 de Julio (San Martin de los Andes) donde los jurados fueron Graciela Cross, Fernando Bogado y Pablo Gaiano. En 2018 se publicó una antología llamada “La Logia del Funebrero y otros cuentos” con los cuentos premiados en el concurso. Formé parte de otras antologías “El rayo verde” (2018), “La última palabra es del viento” (2019); y de publicaciones en revistas: En Sentido Figurado (Mexico DF, 2019), Colibrí (Buenos Aires, 2019) y Desmesura (Bariloche, 2019).

    Desde 2019 coordino un taller de escritura poética “La Propia Voz” en San Martin de los Andes. Actividad que disfruto mucho hacer.

     Participé, jugué, leí junto a bandas de música, me puse nervioso, me divertí, me hice amigxs, me abrazaron; participé en algunas ferias del libro, SLAMS de poesía y ciclos literarios. Todo para darme cuenta que en realidad el arte que nos pasa por el cuerpo sirve para encontrarnos con otras personas, compartir lo que más nos gusta hacer y, sobre todo, escuchar lo que otrxs tienen para contar. En fin, para mí eso es la poesía (y el arte en general): una forma de ir renaciendo junto a otras personas.

santiago loustaunau  ||  santiagoloust@gmail.com

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Fotografía de portada: Maria Clara Bustinduy

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